Planteando una continuidad que, si bien apela a la estabilidad, también limita la discusión sobre alternativas o revisiones estructurales.
Fiorini subrayó la conducción política de Petrecca e instó a la dirigencia a profundizar la gestión existente.
El traspaso de mando entre Pablo Petrecca y Juan Fiorini fue presentado como un hito institucional para Junín, con un acto público frente al Palacio Municipal. Ambos dirigentes reiteraron una narrativa centrada en el diálogo, la proximidad y la planificación como pilares de los avances obtenidos y como base para los desafíos vinculados al bicentenario de la ciudad. Sin embargo, este enfoque también refuerza una continuidad política que dificulta un examen más profundo sobre los límites y tensiones del modelo de gestión que se prolonga desde hace una década.
Durante los diez años de gobierno de Petrecca, la administración exhibió un listado de obras públicas y mejoras en infraestructura —desde redes de servicios básicos hasta luminarias LED, cámaras de seguridad y proyectos habitacionales— como evidencias de transformación urbana. Aunque estos logros marcan una ampliación de capacidades estatales, la narrativa oficial tiende a presentar estos avances sin cuestionamientos sobre su sostenibilidad, el impacto distributivo o la calidad de los procesos de ejecución.
En paralelo al relevo institucional, organizaciones locales evaluaron positivamente la articulación público-privada y el esquema de colaboración con el municipio, destacando su intención de sostener proyectos en curso bajo la conducción de Fiorini. Este respaldo institucional sugiere un consenso operativo, aunque también plantea interrogantes sobre la diversidad de voces, la representatividad de los actores involucrados y la capacidad del nuevo intendente para introducir innovaciones sin quedar condicionado por la herencia política que recibe.
En su despedida como intendente, Pablo Petrecca construyó un relato de cierre centrado en la emotividad, el agradecimiento y la reivindicación de su legado. Definió sus diez años de gestión como un período “intenso y transformador”, apelando a una narrativa de servicio público y reconocimiento ciudadano que busca consolidar su figura política en la transición hacia su rol provincial.
El exintendente agradeció a funcionarios, trabajadores municipales y a su familia, reforzando la idea de un liderazgo sustentado en el esfuerzo colectivo. También reivindicó su capacidad para gestionar en contextos críticos —pandemia, crisis económicas e inundaciones— afirmando que la ciudad “creció y se fortaleció”, aunque sin contemplar matices o tensiones derivadas de esos mismos procesos.
Petrecca enumeró obras e iniciativas como evidencia de una “transformación histórica”: expansión de servicios básicos, infraestructura pluvial, transporte público, reconversión del basural, ampliación del sistema de gas, planes de acceso a lotes, inversión en tecnología educativa y un amplio despliegue de políticas de seguridad ciudadana. Su exposición organizó este inventario como un legado “imborrable”, orientado a consolidar una imagen de eficiencia y modernización. No obstante, el discurso omite cualquier autocrítica o revisión de los aspectos controvertidos de la gestión, como la sostenibilidad financiera, los impactos territoriales de las obras o los niveles de participación real de la comunidad en estas decisiones.
Al subrayar acciones sociales y la presencia del Estado en barrios y localidades, Petrecca reforzó la idea de cercanía y protección, un eje recurrente de su comunicación política. También mencionó hitos urbanos y turísticos —Laguna de Gómez, Teatro San Carlos, aeródromo, autódromo y obras de conectividad— como parte de una estrategia de posicionamiento regional.
En el cierre, afirmó que su etapa como intendente concluye pero no así su compromiso con Junín, buscando proyectarse políticamente más allá del cargo y legitimar la continuidad de su espacio mediante la figura de Juan Fiorini. Su mensaje final consolida la idea de una transición ordenada, pero también evidencia una narrativa que prioriza la autocelebración y la continuidad antes que un balance integral de una década de gobierno.
Juan Fiorini asumió la Intendencia con un discurso centrado en la continuidad del proyecto político de la última década y en la figura de Pablo Petrecca, a quien caracterizó como un referente de liderazgo y gestión. Su mensaje combinó agradecimientos personales con la construcción de una identidad política basada en el método, la responsabilidad y la participación, alineando su trayectoria en el sector privado con los valores que promete trasladar al gobierno local.
Planteó su gestión como el inicio de un “segundo tiempo” para Junín, en el que —según su relato— la ciudad estaría en condiciones de “cosechar” lo realizado en los últimos diez años. Esta metáfora refuerza la idea de una continuidad sin fisuras, que legitima tanto los logros pasados como las promesas futuras, pero evita un análisis crítico sobre los desafíos estructurales aún no resueltos o sobre la calidad de las políticas implementadas.
Fiorini reivindicó el inventario de obras y programas: infraestructura urbana, servicios públicos, proyectos logísticos, desarrollo turístico y expansión de actividades culturales y deportivas. La enumeración, similar a la utilizada por Petrecca, busca consolidar una narrativa de modernización sostenida. Sin embargo, su presentación omite cualquier referencia a tensiones presupuestarias, prioridades de inversión o evaluación de impacto, lo cual limita la perspectiva analítica del balance.
En sintonía con su perfil profesional, subrayó principios como la transparencia, el control, la planificación y el equilibrio fiscal, posicionándose como un gestor orientado a procesos y sistemas. A la vez, ratificó el modelo de articulación con sociedades de fomento e instituciones locales, reforzando un estilo de gobierno que privilegia mecanismos de participación acotados y relativamente alineados con la conducción municipal.
En términos de visión urbana, Fiorini enfatizó una ciudad “tranquila, ordenada, segura y con oportunidades”, apelando a valores ampliamente consensuales que funcionan más como declaraciones aspiracionales que como definiciones estratégicas. Sus propuestas en educación, ambiente, digitalización y mejora de servicios configuran una agenda de continuidad, sin modificar sustancialmente la orientación de la gestión precedente.
El cierre de su mensaje —“lo que se viene es grande y lo vamos a hacer juntos”— sintetiza la retórica de optimismo y cohesión con la que busca consolidar su legitimidad. No obstante, la insistencia en “construir sobre lo ya construido” marca una limitación analítica: la dificultad para diferenciar su liderazgo del de su antecesor y para plantear un rumbo propio capaz de enfrentar los dilemas futuros de la ciudad.


















