Cada vez más trabajadores pobres

El Instituto Gino Germani de la UBA difundió que el 72 por ciento de quienes tienen empleo no logra cubrir la canasta básica.

Economía

El 89% de los trabajadores informales percibe menos de un millón de pesos. (guadalupe lombardo)

El Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires informó que el 72 por ciento de los asalariados —tanto formales como informales— no puede costear la canasta básica y se mantiene por debajo del umbral de 1 millón de pesos al mes. El fenómeno del “trabajador pobre” se expande dentro de un mercado laboral donde incluso los empleos registrados han dejado de asegurar ingresos suficientes para sostener un nivel de vida elemental. La crisis se profundiza con tarifas más altas, pérdida de ahorros y un crecimiento del pluriempleo, que hoy funciona como mecanismo de defensa para evitar caer en la pobreza.

De acuerdo con el informe del instituto, el deterioro alcanza por igual a todas las formas de inserción laboral. La insuficiencia de ingresos atraviesa a todo el universo de trabajadores. En un escenario de precios elevados y ajustes tarifarios significativos, el poder adquisitivo retrocedió incluso para quienes mantienen empleos estables. El estudio recuerda que el parámetro clave es la canasta básica total, que para un hogar tipo llegó a 1.213.799 pesos en octubre de 2025. Frente a ese valor, casi tres de cada cuatro personas ocupadas se ubican automáticamente por debajo de un nivel de vida básico.

Dentro del sector formal también se observa la magnitud de la caída. El 58 por ciento de los asalariados registrados no supera el piso de 1 millón de pesos, lo que implica que incluso la mayoría de quienes cuentan con derechos laborales plenos no logra cubrir el costo de la canasta. Entre quienes cumplen 40 horas semanales, el dato también es grave: el 19,3 por ciento es considerado pobre pese a tener empleo estable. Según los investigadores, esta situación rompe con la idea histórica de que la formalidad laboral asegura un ingreso mínimo suficiente y refleja la ruptura del vínculo entre crecimiento económico y bienestar social.

En el ámbito informal, el cuadro es aún peor. Allí, el 89 por ciento de los asalariados no registrados gana menos de un millón de pesos, al igual que el 88 por ciento de los trabajadores por cuenta propia de baja calificación. Se trata de un mercado fragmentado, con ingresos inestables y sin redes de protección capaces de amortiguar la inflación o los aumentos de tarifas. En este sector, destacan los autores, la precariedad se expresa no solo en la falta de derechos, sino también en la imposibilidad material de cubrir gastos básicos.

El informe introduce además el concepto de “pobreza residencial” para mostrar cómo el deterioro de los ingresos está íntimamente relacionado con el fuerte aumento de los servicios públicos. A fines de 2023, agua, gas y electricidad representaban el 4 por ciento del salario mediano. Dos años más tarde, esa proporción saltó al 11 por ciento, impulsada por la quita de subsidios y los aumentos mensuales. Ese cambio modificó la estructura de gastos del hogar y redujo aún más la capacidad de ahorro, ya de por sí limitada. Servicios que históricamente ocupaban un lugar menor en el presupuesto pasaron a convertirse en un factor que devora ingresos y empuja a más familias al empobrecimiento.

Como resultado directo de la caída salarial, el pluriempleo volvió a crecer y actualmente abarca al 12 por ciento de los trabajadores. El avance de esta práctica evidencia que una parte importante de la población ocupada necesita sumar horas extras o tomar un segundo empleo para poder afrontar gastos básicos. Lejos de ser una solución temporal, el pluriempleo se consolida como un rasgo propio de esta etapa, reflejando el desfasaje entre el costo de vida y los salarios.

En la misma línea, un informe reciente del Instituto Argentina Grande —basado en datos del segundo trimestre de 2025— confirma que la presión sobre los ingresos también golpea a la clase media. En ese estrato, el 53 por ciento de los hogares debió recurrir a ahorros, endeudarse o vender pertenencias para llegar a fin de mes. El estudio señala que este segmento social fue el más afectado a la hora de cubrir gastos esenciales, incluso más que los deciles de menores ingresos.

La estrategia más habitual fue el uso de ahorros: el 40 por ciento de los hogares de clase media debió utilizarlos. El 9 por ciento tuvo que vender bienes para afrontar gastos inmediatos. Pero el dato más inquietante del informe es el nivel de endeudamiento: uno de cada cuatro hogares recurrió al crédito para completar sus ingresos.

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