Su figura encarna una paradoja contemporánea: la de un socialista que impulsa políticas de justicia social y vivienda digna desde el epicentro simbólico del capitalismo global.
Zohran Mamdani: miembro activo de los Democratic Socialists of America (DSA), desafía los límites de la política tradicional estadounidense.
Zohran Mamdani: Milagro socialista en Wall Street
Nueva York acaba de dar un paso histórico al elegir como alcalde a un joven demócrata, socialista, inmigrante y musulmán. Su llegada al poder no solo representa un símbolo de diversidad en una de las ciudades más desiguales del planeta, sino que también encarna un cambio de paradigma en la forma de hacer política en Estados Unidos. La victoria de Zohran Mamdani —un dirigente formado en los movimientos sociales y comprometido con las causas de la justicia económica y racial— genera entusiasmo entre los progresistas de todo el mundo y ofrece valiosas lecciones sobre cómo articular una campaña política capaz de desafiar al poder económico desde sus propios cimientos.
Su estilo combativo, pero profundamente estratégico, lo ha convertido en un referente para una nueva generación de militantes progresistas que buscan reformar el sistema desde adentro.
“Hablar de socialismo en Nueva York ya no es una provocación —es una necesidad”, suele repetir Mamdani en actos y asambleas vecinales, donde combina discurso ideológico con un enfoque práctico de gestión. Su presencia en Albany simboliza un cambio de época: el ingreso de una izquierda diversa, multirracial y articulada, que cuestiona los cimientos de un modelo político que durante décadas pareció inmutable.

A comienzos de este año, Zohran Mamdani fue elegido representante en la Asamblea del Estado de Nueva York por el distrito de Queens, un cargo equivalente, en términos argentinos, al de concejal o legislador porteño. Pocos imaginaban entonces que aquel joven socialista, inmigrante y musulmán, se convertiría en uno de los fenómenos políticos más sorprendentes de la historia reciente de la ciudad.
Hace poco más de un año, Mamdani era un absoluto desconocido para la mayoría del electorado. En octubre de 2024, cuando lanzó su candidatura a la alcaldía de Nueva York, apenas registraba un 1% de intención de voto. Sin embargo, su ascenso fue meteórico. Con un estilo de campaña cercano, apoyado en una fuerte presencia en redes sociales, un voluntariado masivo y un mensaje claro enfocado en mejorar la calidad de vida de los neoyorquinos —con énfasis en la crisis habitacional, el transporte público y el cuidado infantil gratuito—, logró conectar con amplios sectores de la población.
La sorpresa llegó en junio, cuando en las primarias demócratas venció nada menos que al ex gobernador Andrew Cuomo, un referente del establishment político estatal.
Desde entonces, Mamdani construyó una campaña sin errores no forzados y con múltiples aciertos estratégicos. Debió sortear resistencias tanto dentro como fuera de su propio partido. Mientras el ala tradicional del Partido Demócrata, encabezada por los Clinton, le negó su apoyo, recibió el respaldo de las figuras más progresistas del espacio, como Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez y Elizabeth Warren.
Pero el desafío mayor vino después: pese a haber perdido las primarias, Cuomo decidió competir como candidato independiente, con el apoyo explícito de Donald Trump, Elon Musk y una constelación de billonarios que aportaron recursos y visibilidad a su intento de retorno. Mamdani, sin embargo, volvió a vencerlos en las urnas, consolidando una victoria histórica.
El triunfo de Mamdani se explica, en parte, por la novedad y creatividad de su campaña, pero sobre todo por la solidez de su propuesta política. Su habilidad comunicacional —espontánea, directa y empática— fue decisiva, aunque su éxito no se limitó a la forma. Lo que verdaderamente enamoró al electorado fue el contenido de su mensaje, una agenda concreta para mejorar la vida cotidiana de los votantes.
En tiempos de descreimiento y polarización, Mamdani demostró que la comunicación eficaz solo funciona cuando hay ideas reales detrás. Y en su caso, hizo todo bien: construyó un relato de esperanza, lo sostuvo con coherencia y lo tradujo en una victoria que ya se estudia como modelo de renovación política.

De mayor a menor, Zohran Mamdani se define como socialista. Y lo dice sin titubear. Su programa de gobierno se centró en mejorar la calidad de vida de los neoyorquinos, financiando esas transformaciones con mayores impuestos a los más ricos. Esa idea se tradujo en propuestas muy concretas: renta controlada para los alquileres, transporte público gratuito y eficiente, y cuidado infantil universal y gratuito.
Lo que distingue a Mamdani de otros referentes progresistas es su vocación real de poder. No se conformó con ser una figura simbólica o testimonial: supo traducir una agenda profundamente progresista en una campaña electoral moderna, masiva y emocionalmente efectiva. Un ejemplo brillante fue la creación de la “Affordability Savings Calculator”, una herramienta digital que permitía a los votantes calcular cuánto dinero podrían ahorrar si Mamdani llegaba a la alcaldía. Los usuarios ingresaban datos personales —el monto del alquiler, los viajes semanales en colectivo, la cantidad y edad de sus hijos— y el simulador devolvía cifras concretas. Según esa calculadora, una pareja inquilina con dos hijos menores de cinco años podía ahorrar hasta 45.000 dólares anuales bajo su gestión. Una manera creativa y directa de convertir las promesas en beneficios tangibles.
Pero la campaña de Mamdani no solo fue innovadora; también fue valiente. No se dejó intimidar por los ataques. Frente a cada acusación, respondió con inteligencia, ironía y convicción.
Cuando lo criticaron por su juventud y falta de experiencia, lo enfrentó de dos maneras. En un debate televisivo con Andrew Cuomo, respondió con una frase que se volvió viral:
“Lo que me falta de experiencia, lo compenso con integridad. Y lo que a usted le falta de integridad, jamás podrá compensarlo con experiencia”.
Y en redes sociales, convirtió la crítica en humor: publicó un video que comenzaba con un cartel que decía “Importante anuncio de Zohran Mamdani”. Con tono solemne, decía a cámara:
“Sé que algunos de ustedes están preocupados por mi edad. Tienen razón: 33 años puede parecer poco para ser alcalde de Nueva York. Por eso, este fin de semana haré un cambio. Voy a cumplir 34 años y me comprometo a envejecer un poco cada día”.
El video terminaba invitando a los votantes a sumarse a la campaña: “El mejor regalo de cumpleaños que me podés hacer es venir a hacer campaña conmigo”.
Tampoco el ataque religioso lo detuvo. Sus detractores lo acusaron de ser “antisemita” por criticar la política de Israel en Gaza; difundieron encuestas falsas insinuando que quería imponer normas religiosas y hasta mensajes islamofóbicos con imágenes del 11 de septiembre y el eslogan “Nueva York recuerda”.
En lugar de replegarse, Mamdani eligió responder de frente. Desde un centro cultural musulmán del Bronx, pronunció uno de los discursos más potentes del año:
“La islamofobia es el último refugio del miedo político. Ser musulmán en Nueva York es esperar la indignidad. Pero la indignidad no nos define.”
Ese acto fue un punto de inflexión. Lejos de debilitarlo, lo fortaleció: convirtió la agresión en símbolo de orgullo y empatía, y consolidó una alianza transversal entre sectores progresistas, jóvenes y comunidades marginadas.
Las últimas 48 horas de campaña fueron un torbellino de energía y simbolismo. Mamdani se reunió con rabinos progresistas en Brooklyn Heights, pasó música en un club gay del Lower East Side, y al amanecer del domingo cruzó el Puente de Brooklyn rodeado de voluntarios con un cartel que decía “Nuestro momento es ahora”. Era la síntesis perfecta de su movimiento: diverso, alegre y profundamente político.
Cuando se conocieron los resultados que lo consagraron como alcalde de Nueva York, Mamdani habló ante una multitud que coreaba su nombre. En su discurso, lanzó un mensaje directo a los poderosos:
“Van a tener que subir el volumen, porque los oligarcas van a escuchar a la clase trabajadora de esta ciudad.”
Agradeció a los miles de voluntarios que hicieron posible lo impensado y cerró con una advertencia lúcida:
“Hoy ganamos una elección. Mañana empezamos a gobernar para quienes nunca fueron escuchados.”
La victoria de Zohran Mamdani deja más que un resultado electoral: deja un método, una enseñanza y una esperanza. Demuestra que para ganar siendo progresista no alcanza con el discurso: se necesita el mejor candidato, ideas claras que enamoren, participación popular y una comunicación creativa y sin miedo.
No basta con hacer bien una de esas cosas: hay que hacerlas todas bien.
Y Mamdani lo logró.
Si un joven inmigrante, socialista y musulmán pudo convertirse en alcalde del corazón financiero del capitalismo mundial, entonces, quizás, todavía hay esperanza para todos.

















