Roque Presti: un agente represivo que llegó al final de su vida sin rendir cuentas. Fue jefe del Regimiento de Infantería 7 de La Plata, comandó operaciones represivas que abarcaron varios partidos del conurbano bonaerense.
Los secuestros que el padre del futuro ministro de Defensa admitió ante la Justicia.
Roque Carlos Alberto Presti, coronel del Ejército y padre del actual jefe del Ejército y futuro ministro de Defensa, admitió ante la Justicia que el 24 de marzo de 1976 recibió una lista —“entre 60 y 75 personas”— para detener. Su amnesia selectiva contrastó con la precisión de su rol: como jefe del Regimiento de Infantería Mecanizada 7 de La Plata, fue una pieza central del aparato represivo en el Área 113, responsable tanto de los secuestros de la Noche de los Lápices como del operativo que terminó con el asesinato de Diana Teruggi y la apropiación de la bebé Clara Anahí Mariani.
La trayectoria militar de los Presti viene de varias generaciones, pero es Roque quien carga con un legado particularmente oscuro. Al frente del Regimiento 7 desde diciembre de 1975, llegó al golpe con plena capacidad operativa y ejecutó detenciones desde el primer día. Cuando fue indagado en 1987 por la Cámara Federal —ya procesado por la causa del Primer Cuerpo de Ejército— intentó desmarcarse de los centros clandestinos de su jurisdicción, especialmente de La Cacha, pese a que estaba situada bajo su órbita. Su declaración fue evasiva, plagada de “no recuerdo” estratégicos, incluso cuando el juez Arslanian le exhibió documentos firmados por él vinculados a ejecuciones como las de Dardo Cabo y Rufino Pirles.
El regimiento que comandaba cubría buena parte de La Plata y varios partidos del conurbano, donde la represión dejó un entramado de centros clandestinos y operativos coordinados. La propia documentación militar sobre la Noche de los Lápices ubicaba los secuestros en el Área 113 y los calificaba de baja peligrosidad, dejando aún más expuesta la lógica persecutoria aplicada a adolescentes.
A lo largo de los años, su nombre fue mencionado por sobrevivientes, familiares y la Conadep. Sin embargo, Presti murió en 1993 sin haber enfrentado un juicio completo, amparado por el clima de impunidad de la época. Décadas después, y pese a la reapertura de los procesos que ya acumulan más de 1200 condenas, no se conoce ningún repudio público de su hijo hacia los crímenes de su padre. Por el contrario, ha celebrado discursos oficiales que promueven poner fin a la “demonización” de las Fuerzas Armadas.

















