La música puede transformar espacios, vínculos y vidas. Desde hace más de dos años tengo la enorme satisfacción de coordinar talleres musicales con personas mayores, un trabajo que comenzó junto a María Laura Etman —psicóloga social y licenciada en periodismo— y que se convirtió en una experiencia profundamente humana y enriquecedora. A mi juicio, la música ofrece algo que pocas herramientas logran: un lugar donde cada persona puede sentirse vista, escuchada y acompañada.
Durante este tiempo me fui formando en distintos espacios de capacitación: música en el desarrollo emocional, musicoterapia aplicada y talleres específicos sobre Alzheimer, entre otros. Esa formación no solo amplió mis conocimientos, sino que reafirmó una convicción que sigo sosteniendo hoy: la música no es un entretenimiento; es un dispositivo de salud emocional y social.
Luego de un año de trabajo conjunto, continué dictando los talleres en solitario. Sin embargo, nunca dejé de invitar a profesionales que enriquecieran la propuesta. Un ejemplo clave fue la participación de la profesora Alejandra Carolina Loguzzo, con quien diseñamos un espacio de Encuentro Sanador que combina técnicas corporales y musicales. Allí trabajamos con música y movimiento en sus dimensiones expresivas, rítmicas, comunicativas y creativas. Cada encuentro nos recuerda que el cuerpo, incluso en la adultez mayor, sigue teniendo una voz que merece ser habilitada.
Mi lema desde el primer día se mantiene intacto: la música posibilita espacios de encuentro, reflexión y atención plena; nos relaja, nos ordena y nos conecta con nosotros mismos. Es un territorio donde la memoria se activa, las emociones circulan y el aislamiento se vuelve un poco menos pesado.
Además de los talleres, continúo dictando clases de canto y trabajando desde hace dos años en el Residencial Nogales, un lugar donde cada jornada confirma que la música sigue siendo uno de los lenguajes más nobles para acompañar y humanizar.
Y, sobre todo, quiero decir algo que para mí es esencial: soy un agradecido de trabajar en esto. Agradecido por cada sonrisa, cada recuerdo que revive con una canción y cada gesto que demuestra que la música, aún en los momentos más frágiles, puede ser una forma de cuidado.
Quienes quieran conocer más sobre mi trabajo pueden encontrarme en Instagram como @cantoexpresiondelalma o en redes como @chelolombardi.

Editorial: Marcelo Lombardi y Alejandra Carolina Loguzzo.
















